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Marcelino Champagnat

Marcelino Champagnat es la raíz que da vida a la educación marista. Los tiempos y las circunstancias cambian, pero su espíritu dinámico y su visión siguen vivos en nuestros corazones. Dios le eligió para llevar esperanza y el mensaje del amor de Jesús a los jóvenes de Francia en su época. Es también quien nos inspira a hacer lo mismo en los lugares donde vivimos hoy.

Durante el tiempo que vivió Marcelino (1789 – 1840) Europa fue el escenario de una gran agitación cultural, política y económica, de crisis en la sociedad y en la Iglesia. Ese fue el marco en el que creció y fue educado, el contexto que provocó su respuesta de fundar y llevar adelante el Instituto de los Hermanitos de María, conocidos como los Hermanos Maristas. Marcelino manifestaba un interés personal por cada uno de sus jóvenes Hermanos, les guiaba espiritualmente, les animaba a prepararse adecuadamente. Inspiró en ellos una espiritualidad apostólica sustentada en la idea de la presencia de un Dios amoroso y fiel, en un compromiso de vida que tenía a María como modelo y Madre; elaboró un sistema de formación permanente que incluía tanto teoría como experiencia práctica y que se basaba en la comunidad.

Durante los cincuenta y un años de su vida, Marcelino trabajó consumiendo sus fuerzas hasta el agotamiento, para afianzar su familia religiosa de educadores. Vivió la experiencia de la cruz con innumerables decepciones, dificultades y obstáculos, pero mantuvo firme su esperanza y su ideal. Cuando murió el 6 de junio de 180, esta familia contaba con 290 Hermanos distribuidos en 48 escuela primarias.

El hermano Francisco y los primeros Hermanos continuaron su obra con entusiasmo. Con un espíritu de fe y celo apostólico similares, sus sucesores le han extendido a los cinco continentes.